Hay pocas personas que se identifiquen más con Pikes Peak que Jeff Zwart. El cineasta y coleccionista de Porsche ha corrido la famosa carrera en cuesta de Colorado no menos de 17 veces en una docena de diferentes 911. Hasta la fecha, ha ganado en ocho ocasiones y ahora es entrenador para Porsche Motorsport en la categoría monomarca GT4 Clubsport.
En 2020, Zwart regresará a la montaña en un 935 de 700 hp, dentro de la nueva categoría Time Attack. En ella compiten entre sí y contra el cronómetro los deportivos basados en modelos de producción, en un esprint que sube más de 1,500 metros hacia la cima nevada en las Montañas Rocosas.
“En 1982 o 1984, Road and Track me envió por primera vez a Pikes Peak para fotografiarlo”, dice Zwart. “Ya me sentía atraído por los rallys y cuando llegué allí, pensé que este era el rally definitivo. Especialmente si tenemos en cuenta que, en aquel momento, el recorrido era completamente de tierra. Fue una gran influencia para mí, tanto como prueba automovilística como visualmente. La altitud, los desniveles y los precipicios también me formaron como fotógrafo”.
“El 911 es, en muchos sentidos, el coche ideal para Pikes Peak”, dice Zwart. “Crecí conduciendo un 911, por supuesto, y son la base de todos mis coches de carreras. Entender la forma en que giran y se mueven debajo de ti, y tener todo ese peso sobre el eje trasero, es una verdadera ventaja en Pikes Peak”.
Este año, ese conocimiento del coche y del recorrido irá un paso más allá, ya que Zwart participa por primera vez con el nuevo Porsche 935. El coche es propiedad del coleccionista de Porsche Bob Ingram y correrá con la asistencia de Road Scholars, el restaurador especializado en Porsche, dirigido por el hijo de Ingram, Cam. Para Zwart, es un sueño hecho realidad.
Todavía hay algunas incógnitas. La línea de salida en Pikes Peak está a más de 2,700 metros de altitud y las exigencias para el coche que causa eso son difíciles de reproducir en un circuito convencional. Ahora que la pista de la subida está completamente pavimentada, también le afectan los cambios drásticos del clima.
“Es ciertamente un lugar que impone. En Pikes Peak, los pilotos raramente hacen trompos, siempre hay algo que golpear o donde caer. Pero, con los años, ha mejorado mi conocimiento del lugar. Es una montaña muy compleja de recorrer. Hay 156 giros y termina a unos 4,300 metros. Con tanto que asimilar, siempre digo que no estás corriendo contra los otros pilotos, estás corriendo contra la carretera. Esa es la forma en que lo afronto. Agacho la cabeza y no me preocupo demasiado por lo que hace la gente a mi alrededor”.